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Intro: Mi Viaje como Artista

  • Foto del escritor: Melissa Marin Mellan
    Melissa Marin Mellan
  • 12 mar
  • 2 Min. de lectura

Desde pequeña, me ha encantado dibujar y pintar. Al principio, me fascinaba el graffiti, pasaba horas bocetando letras llamativas y experimentando con formas y colores. Luego, me obsesioné con la moda, dibujando diseños de ropa que soñaba con tener. Mi abuela, una talentosa costurera en Supía, Caldas, Colombia, llenó mi infancia de telas y patrones, y admiraba cómo convertía ideas en realidad. El arte siempre fue parte de mí, pero cuando me mudé a Estados Unidos a los 12 años, la vida se volvió más ocupada. Volví a hacer un poco de graffiti, pero mis años de adolescencia estuvieron llenos de deportes, especialmente voleibol, y tuve poco tiempo para dibujar.


A los 16 años, todo cambió. Comencé a sentir un dolor insoportable y los médicos descubrieron que tenía deterioro en tres discos de la columna lumbar. Aunque ya había tenido episodios de depresión antes, esta fue la primera vez que me sentí completamente perdida. Pasé la mayor parte de mi tercer año de secundaria en cama, sin poder moverme, y a veces ni siquiera podía sentir mis piernas. Los médicos me ofrecieron la opción de una cirugía, pero con un 50% de probabilidad de quedar en una silla de ruedas, sentí que mi mundo se desmoronaba. Fue entonces cuando vi la película Frida, sobre la vida de Frida Kahlo. Su fortaleza en medio del dolor me impactó profundamente. Ella volcó su sufrimiento en su arte, y esa revelación lo cambió todo para mí.


Volví a dibujar, pero de una manera diferente. Ya no se trataba de lo que planeaba crear, sino de lo que surgía desde mi interior. Descubrí que el arte era mi terapia, mi manera de procesar emociones que no sabía expresar. En esos momentos, sola con mis bocetos, entendí el verdadero poder de la creación. El arte me salvó y, desde entonces, ha sido mi forma más honesta de expresión.


Y así, lo que comenzó como un pasatiempo se convirtió en mi refugio. Curioso cómo funciona la vida, ¿verdad? Un día estás garabateando letras y al siguiente, estás plasmando tu alma en un lienzo. Así que aquí te dejo un pensamiento: si alguna vez te sientes perdido, toma un lápiz, un pincel o hasta un crayón. ¿Quién sabe? Tal vez encuentres una parte de ti esperando al otro lado de la hoja.

 
 
 

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